Cuidados paliativos y otros síndromes

Fragilidad

Fragilidad en el adulto mayor
El síndrome de fragilidad en el adulto mayor es un síndrome geriátrico caracterizado por la disminución de la reserva funcional y de la capacidad para responder adecuadamente a situaciones de estrés fisiológico. Esta condición aumenta la vulnerabilidad a eventos adversos como caídas, hospitalizaciones, discapacidad, deterioro cognitivo, institucionalización e incluso muerte.
¿Cuáles son las causas de fragilidad en el adulto mayor?
- Cambios fisiológicos asociados al envejecimiento:
- Disminución de la masa muscular y ósea (sarcopenia).
- Disfunción inmunológica con estado proinflamatorio.
- Desregulación neuroendocrina.
- Estrés oxidativo y daño celular acumulado.
- Factores no modificables:
- Edad avanzada, especialmente sobre los 70 años.
- Sexo femenino, especialmente después de la menopausia.
- Historia familiar y genética que predisponen a fragilidad.
- Factores modificables:
- Sedentarismo y falta de actividad física.
- Mala nutrición o dieta pobre en nutrientes esenciales.
- Enfermedades crónicas como diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, cáncer, artritis, EPOC, entre otras.
- Polifarmacia (uso de múltiples medicamentos) que puede causar efectos secundarios.
- Depresión, aislamiento social y deterioro cognitivo.
¿Cuáles son los síntomas de la fragilidad?
Los principales síntomas incluyen:
- Pérdida no intencional de peso (más de 4,5 kg o 5% del peso corporal en un año).
- Fatiga o agotamiento generalizado y frecuente.
- Debilidad muscular, especialmente disminución de la fuerza de presión medible con dinamómetro.
- Lentitud en la marcha o movimiento.
- Bajo nivel de actividad física.
- Otros síntomas que se pueden asociar: Deterioro cognitivo, disminución en las actividades de la vida diaria, depresión, déficit visual y auditivo, incontinencia urinaria, desnutrición y dependencia funcional.
¿Cuáles son las consecuencias de la fragilidad?
Las consecuencias de la fragilidad incluyen:
- Movilidad reducida y debilidad muscular, que afectan la capacidad para realizar actividades diarias.
- Mayor riesgo de caídas y fracturas, lo que trae complicaciones físicas y disminución de la calidad de vida.
- Fatiga rápida y agotación incluso con actividades simples.
- Aumento de la dependencia para la realización de actividades cotidianas.
- Disminución de la función cognitiva en algunos casos, afectando la memoria y la atención.
- Riesgo aumentado de hospitalización, institucionalización y mortalidad.
- Progresión hacia la discapacidad y pérdida de autonomía.
- Impacto negativo en la salud percibida y calidad de vida.
- Aumento en gastos sanitarios debido a la mayor necesidad de cuidados y tratamiento.
¿Cuándo debería consultar a un geriatra?
Consulta a un geriatra si la persona mayor presenta:
- Pérdida de peso no intencionada, superior a 4,5kg o al 5% en el último año.
- Debilidad muscular, con dificultad para actividades cotidianas.
- Fatiga constante, que limita las tareas diarias.
- Lentitud al caminar, con pasos cortos o inestables.
- Inactividad física sostenida, con menos participación en actividades.
- Mayor susceptibilidad a enfermedades o caídas.
La identificación temprana y la intervención multidisciplinaria son cruciales para prevenir la progresión de la fragilidad y mejorar la calidad de vida en el adulto mayor.